sábado, 9 de agosto de 2008

Consejos prácticos para el turista y el emigrante.

La verdad es que cuando uno pasea por la España de hoy a veces le entra la risa, cuando no la carcajada. Porque hay que ver la falta de gusto que tienen algunos vistiendo, y sobre todo conjuntando. Y digo algunos porque en general, y visto lo visto, la cosa del mal gusto se mantiene, con dificultades y siempre tendiendo a peor, entre ciertos límites casi razonables. En España basta calzarse unas J.Hayber para dar el cante de desdicha por las calles. Aquí esas pequeñeces son propias de burgués. La moda en Canadá es ser feo, y si tiene la poca decencia de no serlo, al menos hay que arreglarse un poco para parecerlo. Si tiene pensado visitar el país o vivir aquí por una larga temporada, le aconsejo que se mimetice con el entorno de la siguiente manera.

Moda para el hombre: bota militar desgastada color negro combinada con calcetín blanco que se asoma por encima. Si se busca comodidad, cálcese una zapatilla de deporte lo más llamativa por su colorido chillón que encuentre. El calcetín blanco es símbolo de orgullo nacional, llévelo hasta con el calzado más formal. Los pantalones rotos, sucios, roídos por su mascota a poder ser, de talle bajo, caídos de cintura. Recuerde que la cintura del pantalón debe ser el alféizar de la ventana donde sus glúteos se asoman al mundo. Vístalos de un calzoncillo llamativo, no los oculte. La camisa debe ser juvenil, fresca y desenfadada siempre, no importa la edad que usted tenga. Procure que el color no quede en el insípido calificativo de "llamativo", debe usted herir el ojo ajeno. La camiseta puede ser un instrumento de tortura como otro cualquiera, no lo olvide. Si usted es de los clásicos y se atreve con una camisa, llévela como si fuese portador de una rara enfermedad que le va a hacer ganar quince o veinte kilos en las próximas semanas. En su camisa debe poder llevar un cadáver sin que nadie lo note, compre una XL si está delgado o una XXL si se familiarizó con la dieta canadiense hace tiempo. La cabeza cubierta, tanto al aire libre como bajo techo, tanto si habla con un amigo como si le están presentando a alguien. Cúbrasela con la clásica gorra de béisbol. Duerma con ella, ámela, recuerde que si lo que pretende es integrarse en Canadá, la gorra será parte de usted hasta que su familia llore su pérdida vestida de negro y con gorra.
Por último la barba. No se la afeite, luzca usted una barba de Gulag, de mendigo errante, larga, densa, y ordéñesela cuando piense o fume. ¿Que le queda muy mal? ¡Pues eso que tiene ganado!

Moda para la mujer: si su defecto fue nacer mujer, habrá que corregirlo vistiéndola de hombre. Desayúnese testosterona cada mañana, cualquier otro desayuno es hijo del machismo. Diríjase al tatuador más cercano y tatúese algo grotesco, hágase un dibujo bien grande que atraiga la mirada de su futuro exmarido. No caiga en la discreción de una letra china en el tobillo y cosas así, deje ese juego para aristócratas. Tatúese una calavera en la pantorrilla y hiélese de frío con su atemporal pantalón corto. Destruya para siempre la simetría de sus brazos con un par de víboras ascendiendo sobre ellos. ¿Es usted olvidadiza? ¿Se olvida con frecuencia el esprai antiviolación en esas noches solitarias y frías de Canadá? No se preocupe, destrempe a su posible agresor con un esqueleto en la barriga, un dragón llameante en el pubis o la cara de un macho cabrío sobre el bosque que intentan invadir.
Los piercings no son una elección, son obligatorios para convertirse en ciudadana de pleno derecho. Tantos tienes, tanto vales, sería la máxima. Perfore su cara hasta que le duela, a usted y al que le mire. Deje que la tradición milenaria de sus lóbulos colonice territorios vírgenes. Tapice su nariz con acero inoxidable, añada hierro a sus comidas con unos buenos piercings en la lengua, labios e incisivos. Anímese, está usted en un país libre, adopte libremente la estética del esclavo medieval, atraviese su carne con la dureza del metal, revista su cuello con cadenas anchas y robustas, decore sus caderas con un cinturón de chapas de hierro y una placa enorme que oculte la hebilla. Participe de la penitencia del ateo moderno.
La falda es una prenda creada por el imaginario machista, resérvesela, si lleva usted sangre escocesa, para el día que conmemore sus raíces, algo usual aquí. Ese día la falda se llama kilt y es símbolo de paridad. Si de todos modos es usted de las antiguas, lleve la falda en plan hortera. Sin gracia, enseñando medio culo y calzando una bonita bota paramilitar, como aquí se estila. Recuerde, de todos modos, que el pantalón sucio y ancho es más varonil, más paritario y la mejor alternativa a la depilación.
La camiseta debe decir algo sobre usted, y usted es, en apariencia, una chica mala. Estámpese un lema del tipo: ¨Bad Girl¨, ¨Fuck U¨, ¨I hate rules¨ y cosas así, breves pero contundentes, de sobaco a sobaco. Y por supuesto, usted nunca será gente de fiar si no eterniza una gorra en la cabeza o lleva un mechón teñido de verde o encomienda su cuidado capilar a un peluquero con párkinson y cataratas.
El peinado adquiere una dimensión trascendental. Nunca, bajo ningún concepto, debe tener una apariencia natural, deje eso para los Amish o la mujer asiática. Tíñaselo con un color que contraste con su raíz, aféiteselo por completo si lo desea o déjese una cresta en medio o un mechón a lo Crispín Clander. Si lo tiene largo, liso, suave y bonito, no dude en hacerse rastas gruesas y ásperas, y no se las lave demasiado, la buena rasta, como el buen cocido, se aprecia más cuando está bien pochadita en su caldo. No se maquille, y si lo hace, que se note.

Nota final: Para una idea más detallada del bien vestir en América, véase el videoclip ¨Thriller¨ de Michael Jackson.

1 comentario:

Unknown dijo...

Dios Santo... Nooo, la situación no puede ser tan crítica. En este caso no nacerían pequenhos americanos que forman la base del futuro prometedor de los EEUU. O sí? Pues no sé yo, prefiero seguir mi vida sin dragones en la espalda y sin aliens en el tobillo. No soy muy popartista, verdad?
Sigue con los relatos, cada vez son más fantásticos. un besito húngaro