viernes, 25 de julio de 2008

Cata de ajos.

En un lugar de mi mancha, de cuyo pigmento ya olvido acomplejarme, ha aparecido un bulto rojizo y picante, delator del robo de sangre de un mosquito sonámbulo. Escuché su vuelo metido en la cama, y mi benevolencia, hermanada con la natural vagancia que a esas horas corretea por mis sábanas, dejaron al ladrón libre de pena capital. La picadura es de rencor, o quizá de desafío. He pasado toda la semana recogiendo y pelando ajos, y su perfume antivírico permanece incrustado en cada poro de mi piel. Quizá por ello he recibido sólo un picotazo, o quizá sea porque prefieren seguir frecuentando a la chica de Minnesota, que tiene en sus piernas la escuela de esgrima de todos los mosquitos de esta isla. Por si no tuviera bastante con el aroma a sofrito mediterráneo que desprendo, y que me aísla de todo bicho viviente, Katherine ha tenido la brillante idea de organizar una cata de ajos dos días antes de que abandone su casa, a la hora de la cena.

Resulta que estos dos jubilados, que padecen de tiempo libre ilimitado, tienen sembrado en su huerto catorce tipos diferentes de ajo, cada uno separado con un letrero y su nombre. Ajo de Ucrania, ajo yugoslavo, ruso, checo, eslovaco, alemán rojo, ajo del norte del Quebec, español criollo, y un largo etcétera que me costó días arrancar.
Sentado en una mesa de madera, y a la sombre de un avellano, pasábamos las tardes depilando las cabezas de los ajos y atándolos en fajos de diez para dejarlos secar en el granero colgados de unas cuerdas. Allí se quedaban unos días antes de venderlos en el mercado. Y en ese decorado de zarzuela, Katherine, que sostenía un ajo por su largo tronco, como si de un báculo se tratara, nos dio a conocer la idea que se le acababa de ocurrir: a probar catorce ajos para la cena.
Y por decreto, Glen preparó al día siguiente las catorce muestras en catorce bolsitas de papel, con dos o tres dientes de ajo en cada una.

Si me salto unos cuantos episodios sin importancia de mis días en aquella granja, invito al respetable a que sea testigo de mi última cena.

- Tomad y comed, porque este es el fruto de mi huerto. - dijo Katherine acercándonos una bandeja de madera con dos dientes de ajo troceados.
- Ajo de Ucrania. - nos dijo Glen. Comenzaba un largo y abrasador paseo gastronómico.
Cada uno de nosotros cogíamos un trocito de ajo y nos lo comíamos. La idea de Su Majestad era que después diésemos nuestra opinión sobre el sabor, intensidad y características del picazón, y ella lo anotaría en una libretita que tenía ya preparada.

- Ajo de Polonia. - anunció de nuevo Glen en la siguiente ronda.
- Ajo checo. Ajo eslovaco. Ajo bielorruso. Ajo lituano.
A estas alturas mi lengua ardía, y me estaba empezando a acordar de la madre de Gorbachov, porque si no hubiera sido por él (y sus circunstancias), ahora llevaría en mi paladar una sola muestra: ajo soviético.
Por suerte, las recientes guerras y genocidios acaecidos allá por los noventa en los Balcanes, en nada habían modificado el mapa político que Glen había dibujado a golpe de pico y pala en su huerto.

- Ajo yugoslavo. - dijo Glen. Me alegré. Sabía que bajo ese nombre me estaba ahorrando mucha lágrima.

Nos llenaron las copas de vino neozelandés, en honor al chico de esas tierras que había llegado a la casa hacía dos días, y que me estaba acompañando en tan sufrida travesía por todo el mapamundi.

- Tomad y bebed, woofers míos, porque este es el alivio que encontrarán vuestras ardientes bocas.- dijo Katherine mientras Glen preparaba la siguiente bomba.
- Ajo alemán.- Si hasta ahora la cata se había acompañado de alguna alusión casi graciosa al sabor del ajo en relación al comunismo (siempre por parte de Glen), ahora, en esta toma, no hubieron chascarrillos de carácter político, ni de ninguna clase. ¿Por qué?
El ajo aleman picaba como un condenado.

- Pica, ¿eh? - me dice Glen mirándome con los ojos llorosos y haciendo gárgaras con el vino.

Shane, el neozelandés, no decía nada, salvo algún Uh, ah cuando el ajo le flagelaba con furia la lengua. Su cara y su voz susurrante que empleaba siempre al hablar, eran casi inexpresivas, anglosajonamente aburridas. Entrenado a conciencia para aburrir, Shane emplea un tono de voz monótono, casi inaudible, extirpando cualquier atisvo de emoción en su garganta, con el nervio de un lirón en mitad de una siesta veraniega.
Pero todo lo que Shane tiene de soporífero, lo compensa con su buena educación y su caracter afable. El día anterior nos fuimos a Chemainus, el pequeño pueblo de mansiones de madera a tres kilómetros de casa. Allí, en una cafetería, me explicó una por una todas las ventajas que tiene el Macintosh sobre el PC. Me convenció con su infinita sapiencia informática, hasta el punto que ahora mismo le estoy dando a la tecla de mi MacBook para escribir esta entrega de hoy, en un escritorio improvisado en la habitacion del albergue en el que me encuentro.

- Ajo de España. - dice Glen. Y yo me decía: si pica mucho; carantoña de todos mirándome a mí y bromita sobre España, y si no pica; lo mismo. Y acerté.

- Uh, ah. - hace Shane abanicándose la boca con la mano.
- Oh, interesting...spicy...- dice Katherine.
- Oh, Luis, los españoles picáis mucho. - dice Glen en un arrebato de ingenio. Y sonrisita bilateral.

Ahora que hago memoria, no recuerdo haberme topado con nadie que se gastase un humor no apto para menores de trece años. Por lo visto, aquí el humor negro no se estila, y no digamos ya el de contenido erótico o abiertamente sexual.
Aquí el humor es de catequesis, diametralmente opuesto al que solemos gastarnos en España. Quiza por eso se rian a veces tanto, y con verdadera cara de sorpresa, cuando suelto alguna ocurrencia.

- Cuando estés en Victoria, las chicas se van a apartar de ti, Luis. - dice Glen sonriendo.
- Puede ser, - digo yo - pero tengo una técnica.
- ¿Cuál? - Se quedan todos mirándome.
- En la puerta de mi habitación del albergue voy a poner un letrero que diga: "Chicas; queréis dormir a salvo de mosquitos? Dormid con Garlicman" (el hombre ajo). - dije con voz de anuncio televisivo.
Por primera vez los veía reir con ganas, despojados de sonrisa social, poniendo en jaque a sus arterias, desacostumbradas a la risa sin control que yo había provocado sin pretenderlo.
Envalentonado por el éxito, decidí regalarles otra perla.

- O mejor aún, - dije - pondré un letrero que diga: "Cansada de mordiscos? Ven y duerme con Garlicman, y cambia esos mordiscos sanguinarios por besos de placer intenso".

Apoteósico. Cualquiera que hubiese entrado en esos momentos por la puerta, hubiera pensado que la mezcla de vino neozelandés con ajos soviéticos producía efectos psicotrópicos. Pero no, el enteógeno era yo, el LSD era sólo yo; LSG, y mis chistes de sobremesa de domingo. Nada más.
Creo que hay una estrecha relación entre la calidad del humor de una persona y su capacidad de imaginar. La broma o el chiste se crea a partir de un pensamiento no convencional, un pensamiento o idea "en paralelo" a una idea o situación cotidiana. Para crear ese pensamiento es necesario transgredir momentaneamente la corriente de pensamiento habitual, el lógico, y tratar de observar una situación desde un punto de vista inusual. Se podría establecer esta regla: A mayor capacidad de pensamiento paralelo de un individuo, mejor calidad de sus chistes. A menor capacidad de pensamiento paralelo de su público, un chiste malo puede convertirse en una orgía de carcajadas.
Sin ir más lejos, y en relación con el pensar en paralelo, el otro día estábamos con Glen trabajando en el jardín. Éramos una canadiense, un alemán, la chica de Minnesota y yo. Estábamos cortando las zarzas que se habían comido un sendero. Al terminar, Glen, el capataz, mandó a todos a cortar zarzas de otro sitio y a mí me dijo:

- Me temo que lo que vas a tener que hacer ahora es sacar todas las zarzas cortadas y amontonarlas alli, donde está ese montón de ojas secas.
- De acuerdo. - le digo yo.
- Vas a tardar bastante, hay mucha zarza, así que cuando acabes ya puedes ir a comer, que será cuando nosotros terminemos de despejar el otro camino.
Dicho esto, Glen se fue con los demás al otro sendero.
Al cuarto de hora me voy a su encuentro.

- Ya he terminado. - le digo.
- ¿Cómo? ¿Ya? - me dice con cara de incrédulo.
- Sí. He cogido una cuerda y he atado las zarzas en fajos, y en tres viajes me las he llevado todas arrastras.

El invento era tosco, primitivo, simple como el mecanismo de un botijo, propio de animal unicelular.

- Oh, really? - me decían sorprendidos.
- Very good! good idea! - decían todos.

Yo estaba de pie, delante de ellos, y mi sombra se proyectaba alargada sobre las zarzas. El sol, sobre mi cabeza, cegaba los ojos que trataban de escudriñar mi rostro. Aquella tribu, en cuclillas unos y de rodillas otros, se decían entre ellos "good, good, good, good", mientras me miraban como si fuese el monolito de la película "2001".

Aquel salto evolutivo caló hondo entre los habitantes de la granja. Desdes entonces, no hubo chapucilla de jardín sin que faltara una cuerda, por si acaso.

- Ajo francés.

Glen, con el ajo en la boca, esperando la envestida en su lengua, canturreó La Marsellesa.
- Allons enfants de la Patriiie...
- Uh, ah...- hace Shane.
- Oh...interesting...spicy...- decía Su Majestad mientras trataba de describir la intensidad del ajo en su cuaderno.

Y así transcurrió la velada hasta que llegamos al decimocuarto ajo. Habíamos acabado la botella de tinto neozelandés, y Glen se apresuró para traer otra botella; tinto sudafricano. Lo probé.

- ¿Qué tal el vino de Nelson Mandela? - me dice el ingenioso hidalgo.
- Very good.
- Bueno, pues éste era el último. - dijo Katherine. Y de este modo dio por concluido el experimento. El vasallaje había llegado a su fin, dos días después me iría a Victoria, a trabajar en el albergue de antes, desde donde escribo estas líneas. Aquí la cosa esta tranquila. Comparto habitación con cinco camaradas más. El otro día se fue un viejo que hacía la siesta en pelota picada encima de la cama. Cuando entré y le vi, le miré con una cara que le obligó a flexionar un poco las rodillas para tapar sensiblemente sus canosas intimidades, pero creo que más que importarle que le viesen le estimulaba, al muy cabrón. En fin, las cosas que tiene el viajar...

jueves, 10 de julio de 2008

Psicopatologia de la vida cotidiana.

"Los perros no mienten sobre el amor". Este es el libro que ojeo mientras espero para entrar en el lavabo. Son las ocho de la manhana, y todos nos preparamos para desayunar. Yo llego el ultimo a la mesa.

- Luis, voy a hacer huevos, quieres? - me dice Glen mientras se dirige a la nevera.
- Claro que si, gracias.

Al rato me trae dos huevos fritos sobre una tostada, alinhados con sal, pimienta y no se que mas. Estan deliciosos.

- Muy buenos, Glen, son huevos de vuestros patos?
- No, son comprados. No comemos huevos de nuestros patos.- me responde mientras vuelve a la cocina a freir unos cuantos mas. Katherine, como de costumbre, esta absorta en el crucigrama del periodico que todas las manhanas se calza mientras desayuna.
- Y por que no comeis vuestros propios huevos? - Lance mi ingenua pregunta al aire. En esas que Katherine levanta la cabeza y me mira.
- Porque se estresan.- me dice.
- Como?
- Si a la madre le quitas los huevos se estresa. Se puede pasar toda la manhana buscando el huevo que le falta. - yo la escuchaba con la boca llena de yema. Luego siguio.
- Un pato pone un numero determinado de huevos, ese numero se llama clutch (desconozco su nombre en espanhol ni se si lo escribo bien en ingles). Cuando un clutch esta incompleto, la mama pato sigue poniendo huevos hasta completarlo, asi que si tu le quitas huevos, ella seguira poniendo, y eso supone mucho estres para un pato.

A mi la teoria de los clutch me dejo con apetito, asi que le di mas carnaza, para ver hasta donde llegaba.

- Y, entonces, para que conho teneis patos, pedazo de tarados? - le dije en un ingles mas educado.
- No queriamos tener patos. Un dia, los cinco patos que tenemos se presentaron por aqui y se quedaron en nuestro jardin. Posiblemente vendrian de alguna granja cercana, no lo se, el caso es que aqui se quedaron, y no les echamos. Les construimos un corralito, pero no quieren estar alli y se pasean por donde quieren.
- Pero bueno, - continue yo - y que haces con los huevos? porque aqui seguis teniendo cinco patos.
- Los agitamos fuerte el mismo dia que los ponen, para que no nazca el patito, y luego los volvemos a poner en su sitio, cuando la mama no nos ve.
Yo ya me estaba imaginando al pobre Glen, levantandose por la manhana y dirigiendose al jardin, esquivando a mama pato, para practicar los abortos clandestinos del dia.
- No queremos que comas huevos estresados, Luis. - bromea inocentemente Glen desde la cocina. Katherine se lo toma a mal.
- Bueno, mejor no hablemos del tema.- dice con el cenho fruncido y volviendo al crucigrama.
Katherine es asi; tan sensible, tan delicada. Hay que desconfiar siempre de la gente que trata a los animales como si fuesen seres humanos. Se, por experiencia, que esa gente no suele tener un trato tan humano con los de su propia especie. Katherine es uno de esos ejemplares que confirman lo que digo.
El otro dia estaba en la cocina. En una estanteria vi un monton de tarritos pequenhos con un tapon cuentagotas. Parecian las clasicas botellitas homeopaticas. Me acerque para ver las etiquetas, tenia curiosidad por ver que enfermedad imaginaria se estaban tratando mis dos anfitriones. Pero me lleve una sorpresa. Las botellitas eran remedios homeopaticos para gatos, y habia mas de diez. Despues vi un cajon lleno de ratones de trapo, para que los animalitos jugueteen, luego la enciclopedia ilustrada del gato, tres capazos de mimbre recubiertos de borrego para que los mininos duerman a pata suelta, etc, etc. Hoy he sabido que el dia que nos dejaron solos en casa fue para ir al osteopata del perro, que le manda unos ejercicios porque ya esta muy mayor.

Pero quiza este hablando demasiado de una mujer que nada les sugiere porque no saben apenas nada de ella. Dejenme, ya puestos, y ya que no la van a tratar nunca directamente, presentarle a Katherine con esta pequenha biografia no autorizada que me saco de la manga:

De pequenha, Katherine, pensaba que era una princesita, y asi se lo hacian sentir sus padres. De adolescente se creyo la chica mas especial de todas, incomprendida por todos los demas, que eran, claro esta, inferiores a ella. Al crecer un poco mas y ver que la lozania se le escurria entre sus libros y sus paseos con su mejor amiga, con la que compartia sus misteriosas risitas y lamentos, se preocupo por no encontrar a su media naranja, pero se consolo al leer en un libro de autoayuda para mujeres que su principe azul llegaria justo cuando ella estuviera preparada y cuando menos se lo esperara. Pasaron los anhos para la princesita, y la vida, tan anarquica ella, la destrono de golpe y le hizo ver que de pricipito nada de nada. Katherine, delicada como una flor de invernadero, se dio cuenta de que su rostro llevaba impresa la huella de cada una de sus primaveras, asi que empezo con los libros que prometian juventud eterna, mientras hacia rituales magicos para atraer al hombre de su vida, porque siempre hay un rincon para la esperanza. Pero llego un dia en el que la pobre no pudo mas. Ese dia conocio a Glen. Buen chico(un buenazo, en realidad), atento, loquito por los huesos hipervitaminados de nuestra protagonista, y dispuesto a tragar con lo que hiciera falta. Katherine, viendo ya las orejas al lobo, se resigno a darle el "si, quiero" vestidita de blanco. A partir de ahi, el enamorado y el objeto de deseo empiezan una vida juntos. Para su primera noche juntos, ella se ha comprado un manual con ilustraciones. Lo guarda en un lugar secreto, sera el unico libro del que no se vanaglorie de haber leido. Necesitara varias noches para superar sus verguenzas y complejos, y muchos libros y antojos para llevar adelante los tres frutos de esas noches.
Como madre primeriza es una calamidad. Ve peligro en los parques, falta de calcio en los alimentos, materiales toxicos en los juguetes, mal ejemplo en el padre. Con el tiempo se da cuenta de que los ninhos tienen la extranha tendencia a sobrevivir a pesar de ella, y con los dos siguientes consigue relajarse un poco mas.
Pasan los anhos, y el nido se queda vacio. Es hora de coger a su sufrido companhero y embarcarle en la cruzada de seguir jovenes hasta los cien. Meditacion vipassana por alli, cursillo de infusiones por alla, acupuntura tibetana para las almorranas por aculla, y, mientras tanto, libritos sobre el mas alla por si todo lo anterior falla.

De algun modo, Katherine sigue siendo la princesita que sonho de ninha. Las canas le han transformado en reina vitalicia, en una especie de Isabel II de Inglaterra con sandalias. Hoy, cuando empujabamos todos para meter en el agua el pequenho barco velero con el que fuimos a navegar, era ella la unica que estaba sentada en su interior. Inmovil, cogida del mastil, impasible a los esfuerzos de todos nosotros, pensando en ella misma, en su eterno trono.

martes, 8 de julio de 2008

En el paraiso.

Escribo estas lineas a treinta metros de la playa, es decir, sobre la cama de mi habitacion. Hago tiempo mientras vuelven los propietarios de esta casa de madera de dos plantas, que en Espanha seria considerada casi una mansion. Hoy nos han dejado solos. A mi, a un aleman, a su novia canadiense y a una chica de Minnesota.
Este lugar es un autentico paraiso natural. Hace unas horas me estaba banhando en la playa que tenemos justo delante. Una gozada. Imaginense una playa desertica con kilometros de costa donde no hay absolutamente nadie, porque aqui solo hay tres casas. El agua, por estas fechas, se mantiene a una temperatura casi mediterranea, y el fondo del mar esta lleno de almejas y ostras vivas y son tan grades como mi mano. El mar parece un inmenso lago. Aqui no hay oleaje porque la costa esta flanqueada por varias islas. De modo que, desde la playa, ves la siguiente isla extendiendose de norte a sur varios kilometros. Esa es la isla Kuper. Una isla en la que, segun me dice Glenn (el propietario de la casa)solo viven indios. La isla, como todas las demas que ves desde aqui, parece deshabitada porque solo se ve en ella un frondoso manto verde formado por gigantescos arboles, dejando desnudos unos pocos metros de arena y rocas antes de hundirse en el mar.
Al banharnos utilizamos unas zapatillas especiales porque no es arena lo que pisamos, sino fauna y flora marina tan inmaculada y virgen como en tiempos de Colon. Hay miriadas de cangrajos de todos los tamanhos que corretean por la arena y se ocultan bajo las conchas al descubrir nuestra presencia, peces que se escabullen entre las piernas y zigzaguean entre las algas, caracoles marinos del tamanho de un punho. Aqui el agua no es muy salada, quiza por todos los rios que vienen a desembocar de cada una de las islas.
Cuando estoy en el agua, miro a la orilla y me encuentro un ciervo mirandonos, escondido bajo un frondoso cedro de ramas que rozan el suelo. De tanto en tanto las aguilas y otras aves se acercan al mar en vuelo raso para pescar, muy cerca de nosotros. Descienden en picado desde gran altura y, haciendo un vuelo en forma de U, se acercan al agua hasta volar a menos de un palmo de la superficie durante varios metros, rastreando el fondo marino en busca de alimento, y despues vuelven a elevarse.
Despues del banho vuelvo a casa. Subo las escaleran y me doy una ducha. Despues me tumbo en mi cama, una cama de matrimonio en medio de una habitacion de unos veinte metros cuadrados para mi solo, con un amplio ventanal con unas vistas espectaculares. Mi habitacion, al igual que toda la casa, esta abarrotada de libros, eso hace mas expansivo mi deleite estetico. Katherine, la senhora de la casa, comparte mi patologia: colecciona libros. Es imposible contarlos, pero no exagero si digo que tiene mas de tres mil. Me paso mucho rato leyendo los titulos de los libros. Al parecer, Katherine es una mujer inteligente (estudio biologia y economicas) y, por las conversaciones que he tenido con ella, puedo decir que la mujer sabe. Pero parece que Katherine no distingue entre buena y mala literatura, segun veo. En la misma estanteria te puedes encontrar a Faulkner pegado a Dan Brown, o puedes sufrir con la vision terrorifica de un Garcia Marquez compartiendo estante con Louise Hay. Katherine es una mujer timida. Lo fue mas, estoy seguro, en su juventud. Ahora ya es una mujer de mas de sesenta y cinco, y a esta edad las verguenzas pierden su tersura juvenil. Pero incluso a su edad, uno se da cuenta de que fue de aquellas que miraban el mundo a traves de la ventana, siendo mas espectadora que protagonista de la vida. La gente como Katherine busca una alternativa a la vida y, en esa busqueda, muchos son los que se pierden por caminos laberinticos de dificil retorno. Esas ganas de buscar algo mas y a la vez apartarse de la vida - en la que Katherine se siente incomoda -, le han llevado a anhadir, a su nutrida coleccion de libros, una masa informe de libros de autoayuda, curacion, pseudo-psicologia, magia potagia para la bruja que hay en ti, y todas esas porquerias que no sirven para nada. Entre los titulos mas sorprendentes que he descubierto mientras fisgoneaba por donde no debia, debo destacar los siguiente: La bruja verde que hay en cada mujer, Las normas de los perros y de los gatos, El ajo es vida, Como ser millonario en 10 pasos, Neem: el arbol que resolvera los problemas del planeta, Como conseguir lo que quieres y valorar lo que ya tienes, Hijos fuertes con el aguacate, Como conseguir que tu gato sea un gato de etiqueta, Comprender a tu pareja. Estos son algunos de los que me vienen a la cabeza ahora mismo, pero hay muchos mas. Katherine no come lo mismo que nosotros, tiene su comida especial. Probablemente, despues del almuerzo, no se haga una simple siesta cuando sube a su cuarto, sino algun ejercicio de relajacion pseudo-espiritual que habra leido semanas antes en el ultimo libro adquirido. No podia faltar el kit de supervivencia de flores de Bach y su mapa plastificado en la pared que explica el cuando, el como y el por que de la ingesta de tal plantita cuando sufres mal de amores, que se traduce somaticamente en un pinchacito en el dedo gordo del pie derecho.
Un neurotico, si no consigue dejar de serlo, jamas resuelve su vida por mucho libro que se trague, pero quiza ayude eso de "poner un neurotico en tu vida", sino, preguntenle a Glenn.
Glenn es el patriarca de la casa. Glenn es un tipo normal, tan normal que aburre. Es tan normal que ni lee. Probablemente es el quien, arrastrado por las normas de su neuro-esposa, lleva una vida ecologico-pseudo-mistica que le va muy bien. Katherine le ha ensenhado a comer sanamente, hace tai chi con ella, procura consumir comida ecologica y, de vez en cuando, nos cacarea el resultado de algun estudio hecho en alguna de esas universidades que no conoce nadie sobre los beneficios del apio recolectado en cuarto creciente y cosas asi. Evidentemente todo esto se lo dicta Katherine, quiza en esas largas noches de invierno en la cama, cuando la prostata y la menopausia dejan paso a actividades reposadas. Glenn es el autentico beneficiado de las preocupaciones de Katherine, no ella.
La pareja parece sana y llevan una vida feliz. Glenn es un hombre activo que no para quieto en su jardin y trabaja lo mismo que nosotros. Corta zarzas y las apila con un rastrillo, corta el cesped con su tractor, fumiga los arboles frutales (con pesticida ecologico, claro), pasea al perrito por aqui y por alla, etc.

Se esta bien en esta casa. Aqui, entre verdaderos angloparlantes, mejoro mi ingles dia a dia. Como dije, esto es paradisiaco: playa solitaria, jardin con mil flores y unos patos que te siguen siempre alla donde vayas, silencio absoluto, un pueblo a tres kilometros, y por las noches durmiendo con edredon porque refresca. Se puede pedir mas? Katherine pidio mas y fracaso, asi que yo me conformo con esto.

domingo, 6 de julio de 2008

Ultimas noticias.

Domingo, 10:30 de la manhana.

A las 13:30 voy a coger un autobus que me llevara a una granja, a una hora y media de Victoria mas o menos. Desconozco si tendre acceso a Internet o a telefono alli. De eso no hemos hablado. Lo que se es que es una pequenha granja en la que viven una pareja de ancianos con un huerto ecologico. Me dicen que una chica americana va hoy tambien a trabajar como yo. Probablemente pasare alli dos semanas. En el caso de que no sepais de mi durante un tiempo, sera debido a la dificultad para acceder a medios de comunicacion. El caso es que la granja pinta bien. Cerca de un lago por el que me dejan navegar con sus canoas y en medio del bosque.
Asi que por fin me retiro de las areas urbanas. Bueno, ya os contare en mi proxima entrega, que no se cuando sera.

Good Bye.

viernes, 4 de julio de 2008

Un justo en Sodoma.

Abandono Vancouver despues de haber pasado unos dias divertidos, pero harto de la vida en la gran urbe. La ultima tarde que pase con los dos madrilenhos me regalaron un paseito por los peores barrios de esta cochina ciudad. Los senhores querian comprar marihuana, y un fumeta del albergue les dijo donde podian conseguirla. De modo que, por enesima vez en mi breve vida, experimente en mis carnes la familiar situacion en la que uno no tiene mas remedio que decirse: en efecto, el infierno son los demas. Toda Vancouver es una legion de vagabundos, pero en algunos barrios parece que los fabrican en serie. Pues alli me llevaron, los muy cabrones, a la factoria homeless a pleno rendimiento. No muy lejos del centro, el viajero se encuentra con un zoologico compuesto de seres protohumanos. Vagabundos de toda indole transitan por alli. Unos con carritos de supermercado llenos de chatarra, otros con emormes bolsas de basura llenas de latas y cartones, otros tienen suficiente con arrastrar el peso de la mierda que tienen adherida a perpetuidad bajo sus unhas y barbas. En cuanto miras a uno a los ojos, te saltan con la frase de bienvenida: marihuana, cocaine, mushrooms?

- Yo os espero en el centro, en Pender Street con Seymour.-les digo al adentrarnos en una de esas ratoneras.
- Pero que dices, tio, si aqui no pasa na. - dicen. La calle, en la que no pasaba na, estaba atestada de basura, tanto humana como inorganica. Hombres tirados en el suelo, sucios, entre bolsas de plastico y colillas, tatuados hasta el escroto.
- Soy catalan y llevo mas de 1000 dolares en el bolsillo. No asumo el riesgo.-sentencie. Y nuestros caminos se bifurcaron.

A los veinte minutos aparecen en Pender.

- Tio,-me dice Daniel-si llegas a venir te cagas. Hemos seguido al notas del parque y nos ha llevao a un edificio en ruinas, lleno de vagabundos. Nos ha llevao al tercer piso por las escaleras. Si ves la porteria te cagas. Y yo en chanclas, acojonao por si pisaba una jeringuilla. Y se abre una ventanilla de cristal y aparece una china, la tia, toda colocada, con una peste a porro que flipas. Y nos da la bolsita con la maria.
- Yo, la verdad, hubo un momento que me acojone. Joder, que chungo era aquello.-me dice.
- Si, yo pense: ya veras que cuando salgamos nos vienen todos los drogatas a robarnos.-dice Jose.
- Asi que he acertado no yendo, eh?-les digo.
- Si, pero, eh, que yo he estao en sitios mas chungos, eh, que esto no es na.
La chuleria castiza, por supuesto, no podia faltar. Y el resto de la historia carece de interes.

Amanece un nuevo dia, y yo me voy en bus a la isla Vancouver, a Victoria. Tras una hora de bus, este llega al mar y se mete dentro de un ferry de dimensiones respetables. Al sali del bus, aparcado en la barriga del barco, subimos todos los pasajeros al primer piso. Las vistas en esta travesia de hora y media son magnificas. Pasamos a escasos metros de islas virgenes donde solo hay frondosos bosques de abetos y playas deserticas. Hay multitud de islas. Yo paso un buen rato paseando por el barco, viendolo todo, hasta que al final me canso y decido sentarme en cubierta, en unos sofas que hay al lado de los amplios ventanales.

- Perdon, ahi estabamos nosotras.-me dice una voz femenina cuando no llevo ni cinco minutos sentado en mi sillon. Me giro, y las veo. Dos indias aborigenes de treinta y largos, horrorosamente feas, extremadamente gordas, peor vestidas, con un gran refresco en unas manos que parecen pies, michelines hasta en los parpados.
- Oh, perdonen.-les digo- Me voy a otra parte.
- Oh, no, puedes sentarte ahi.-me senhala el sillon contiguo. Yo le hago caso. Voy a abrir mi libro de Tolstoi cuando...
- De donde eres?-me pregunta la mas gorda, sentada a mi lado.
- De Espanha.
- Oh, Espanha. Yo quiero ir alli solo para encontrar un hombre.-se rien las dos.
- Je, je.-les digo. Hago ver que leo.
- Como te llamas?
- Luis.
-Como?
- Luis.
- Bonito nombre, Luis. Yo me llamo Aley.
-Como?
- Aley.
- Ah, ok. Encantado.-vuelvo a abrir el libro.
- Te puedo hacer una foto, Luis?
- A mi?
- Si, a ti.- Con la mirada que me echaba ya me olia lo peor. Su tecnica no dejaba resquicio a la duda. Inmortaliza una sonrisa, la mas falsa y forzada que consigo.
- Wow! What a handsome guy!-dice admirando su trofeo.
- Thank you, thank you.
- Y que haces en Canada?- La foca empezaba a adelgazar, hasta convertirse en una mosca cojonera. Le cuento toda la pelicula.
- Y que ha dicho tu novia cuando le dijiste que te ibas? Porque tu, es evidente, debes de tener novia.-sonrisita y ojos picaruelos, me pone la lagarta. Esta orca asesina habia aprendido a ligar viendo el diario de Patricia.
- Me dejo venir con la condicion de que me casaria con ella a la vuelta.-le digo. Pero esto no fue suficiente para repeler el ataque de semejante monstruo, acostumbrado a batallar por llevarse algo a la boca.
Y siguio, y siguio dandole a la lengua, y yo, sin escucharla, miraba como le colgaban sus enormes tetas, imagimando que un pezon se colaba en el ombligo y, con un efecto ventosa eterno, le obliga a caminar jorobada el resto de su vida.
Pero en esas que pasamos al lado de una isla muy bonita.

- Uy, voy a hacer una foto a eso.-me dice levantandose y llevandose a su amiga.
Esta es la mia, me digo. Me levanto corriendo, cojo mi mochila y desaparezco como alma que se la lleva el diablo. No la volvi a ver mas.

Siguiente aventura homerica: el albergue. La fauna que se da cita en los albergues es para llenar diez libros de criptozoologia. Crestas de mohicano, rastas jamaicanas, barbas de zar ruso, cerebros jibarizados, tatuajes de presidio, modales de taberna vikinga, asiaticos que parecen sordo-mudos...en fin, cochambre humana en todas sus manifestaciones posibles e imaginables.

- Room 45A. Cojo la llave y peregrino por las tripas de aquel averno.
El dibujo que decora mi habitacion no podia ser otro. El asesino latinoamericano mas famoso de la Historia: Ernesto Guevara. Contuve mi ira. Intente convencerme, como hacen los idiotas, de que en la Historia, la intencion es lo unico que cuenta. Pero semejante mentira se me atraganto en el cerebro.
Comparto habitacion con un canadiense de unos cuarenta anhos, pescador, que no se que hace aqui, y que huele mal. Con un suizo de cuarenta largos, su cara me dice que en su vida jamas paso nada. Un japones que no habla, con eso esta dicho todo. Y una chica que responde al nombre de Sophie cuando la llamas. Resta una cama vacia. Se apiadara Dios y me dara alguien interesante? Rezaremos mientras tanto.

Visto el plan, me bajo al salon. "Esta noche concierto en vivo", reza un cartel de colores progres. Bueno, habra que verlo, me digo. Paso el dia viendo Victoria, ciudad muy bonita, al mas puro estilo britanico, multitud de parques y flores, un puerto interior fabuloso, y todos esos detalles que aburren a cualquiera que me lea. Este no es un blog naturalista, sino impresionista.

A la noche vuelvo al cuartel, con un McMierda en una bolsa como unica cena. Mi intencion es comermela mientras disfruto del concierto. Me siento y empieza el concierto. Se acerca un melenudo con barbita de tres dias, muy progre el, con su guitarra electrica. Se sube al escenario. Yo, ansioso por escuchar al maestro.
La primera vez que fui a un concierto tenia yo 16 anhos. Fue en el pueblo de mi padre, en Cordoba, en la tipica feria de cervecita va cervecita viene, y en medio, un poco de ruido y olor a sobaco y tabaco. Lo de siempre, vamos. Me enganharon para ir a ver a Rosario Flores, y lo pase tan mal que todavia lo recuerdo. Pues bien, lo que experimente en el concierto del albergue fue esa misma sensacion elevada a la enesima potencia. Aquello eran gritos de Satanas. Vozarron ronco y notas desafinadas invadian aquella sala a un volumen ensordecedor.
Hijo de puta, pense, hijo de la grandisima puta.

Me fui de aquel aquelarre masticando odio. Subi las escaleras tan deprisa como pude, huyendo de aquella garganta rasgada que amenazaba con engullir hasta el ultimo pedazo de bendito silencio de aquel edificio maldito.
Llegue a mi habitacion, abri la puerta atropelladamente y me meti dentro. Por fin en silencio. Al parecer, la puerta estaba rociada con agua bendita y el Mal no llegaba a traspasarla.

- Hello, how are you?- Un chico alto y moreno esta sentado sin camiseta en la unica silla de la habitacion, en el centro.
- Hello. Fine, thank you. I'm Luis, and you?-le digo.
- Tu...hablas espanhol...- me dice no muy seguro de sus palabras.
- Pues si.- le digo sonriendo.
- Ah, ya me lo paresia. Que padre, pues!
- De Mexico?
- Si, de D.F. Me llamo Dov.
- Como?
- Dov. De, o, be chica.

Con Dov pase un buen rato hablando. Dios escucho mis suplicas y me envio una persona normal. Dov, nombre rarisimo...y "dove", en ingles, significa "paloma". Toda una senhal del cielo, no creen? Era un chico mas o menos de mi edad, educado y de buen aspecto. Lo cierto es que eran un guaperas, se daba un aire a Fran Rivera.

- Es tuyo este libro? - me dice. Vio el libro de Hermann Hesse que estoy leyendo ahora, The Journey to the East (Viaje a Oriente).
- Si. Lo acabo de empezar.
- Que padre, guey. Me gusta Hesse. Has leido Siddharta? - me pregunta. Le dije que no. Y de ahi, inevitablemente, se enlazo un tema con otro hasta acabar hablando de sus cursos de meditacion Vipassana que ha hecho en Canada. Retiro de diez dias, cerca de Vancouver, lugar que, por lo que me dice, parece serio, donde se paga la voluntad. Confio en su palabra, este no parece nada tonto. Me dio la direccion, asi que es muy probable que pronto escriba una cronica desde alli, mientras expando mi conciencia. Este chaval ha recorrido medio mundo. Dice que medita dos horas al dia desde hace mucho tiempo. Dov esta en otro fulcro. Fue a la India y estuvo en el centro de meditacion del famoso Osho. Y lo mejor de todo, como digo, es que no era un payaso ni un cantamanahas. Vive Dios! Aunque, Dios, una cosa Te pido, ya poniendonos tiquismiquis: cambia de vez en cuando el sexo de la gente que me envias.

- Oye, guey, te vienes conmigo a un bar musical con una chavita muy linda que he conosido hoy y que trabaja alli?
- Gracias pero no, estoy cansado.-le respondo. Que iba a hacer yo entre chavitas lindas con Fran Rivera? Yo, que a su lado parecia su hermano menor, o sea, Paquirrin. Nos despedimos. Yo no estaba cansado, queria silencio. Me quedo solo y llega el suizo. Cojo a Hesse y me lo llevo conmigo, en busca de la paz de espiritu. Pero, donde? En este maldito antro el ruido es omnipresente. Entonces se me ocurre la mejor idea del dia. Me voy al lavabo comunitario que hay al otro lado del pasillo, me cierro con cerrojo, me tumbo en la banhera y abro el libro de Hesse. La noche la paso alli, en la banhera, fresco, en silencio, absorto en la lectura, en esos cuatro metros cuadrados de paz infinita.

Al dia siguiente me levanto de la cama casi feliz. Me ducho, me visto y bajo las escaleras. En el mismo sitio de ayer veo otro cartel: Esta noche concierto, decia, y en letra pequenha: Show must go on.

Hijos de puta, pense, hijos de la grandisima puta.

martes, 1 de julio de 2008

La Eurocopa en Vancouver y otras historias.

Me gradue con honores. El ultimo dia en Chilcotin fue el dia de las despedidas y del consagrado e inutil intercambio de emails. A la hora del almuerzo, delante del selecto publico del rancho, me hacen la entrega del Dimploma Chilcotin Holidays. Un acto que se reviste con una capita de solemnidad, con el speech del propietario y los aplausos del respetable, y otra de broma, con los comentarios que lleva impreso el diplomita. Mencion especial en el mio de mi inaudita habilidad en la cocina, especialmente haciendo pan irlandes. Hey guy, you are a cooker by nature, me decia el propietario. En fin, paladares sin remilgos...

Adios a mi vida en Walden Dos. Me toca otras seis horas en la furgoneta hasta Vancouver, con el asesino de silencios; Frank, el conductor. Y haciendo honor a su bautizo, no paro de hablar hasta que apago el motor en Surrey, donde pase la noche. El asesino me hizo el favor de llevarme hasta la misma puerta del motel en el que me iba a hospedar aquella noche antes de ir a Vancouver. Surrey, salvando todas las distancias imaginables, seria como el Hospitalet de Vancouver. En recepcion me encuentro a un hombre igualito a Larry King. Misma edad, mismas gafas, peinado y cara. con un pin de la bandera de EEUU en la solapa.

- Oh! Barcelona. Yo estuve alli en los 70. Yo trabajaba para la U.S. Marshall y mi mision era capturar a dos delincuentes. Tendrias que haber visto la cara del taxista que me llevaba al aeropuerto. Yo con mi arma y dos hombres esposados, intentado decirle que era de una fuerza especial americana, en ingles, y el tio que no se enteraba de nada. Oh, yeah..que recuerdos.

Dia siguiente por la manhana. Le devuelvo la llave a Larry y le pregunto que por donde cae la estacion del tren. Tres manzanas mas arriba, me dice. Yo, europeito acostumbrado a esa idea renacentista de que el hombre es la medida de todas las cosas, me imagino un paseito de cinco o diez minutos. Crasso error. Tres manzanas en America es media hora larga de marcha militar por una calle que no se acaba nunca.
Pero por fin llego al tren, que va por encima de la ciudad. Los trenes aqui son solo de dos vagones, pasan cada dos o tres minutos, y el usuario tipo es asiatico.

Centro de Vancouver. Mi mision consiste en encontrar alojamiento barato. Vagabundeo una hora larga cargado con el mochilon por las calles de Vancouver. Me meto en un restaurante a desayunar y saco mi guia. En Granville Street hay un albergue que puede estar bien. Sin reserva prepia, voy a probar suerte. El albergue esta en una calle centrica y llega de bares, restaurantes y discotecas. El mismo albergue tiene, en la entrada, un amplio bar para los alberguistas. Yo entre sin darme cuenta de lo que alli se cocia. Note que habia mucha gente en el bar, mucho ruido, y una pantalla gigante colgada del techo que proyectaba un partido de futbol. En la recepcion pregunto si hay cama para tres noches. Me dicen que si y les relleno un papelito con mis datos.

- Oh, Spanish.- me dice la chica de recepcion.
- Yes.
- Estaras contento.- me dice con una sonrisa. Yo me la quedo mirando, sin entender bien por que me lo dice. Sera por la paella? me digo, inocente de mi. Pero vi que sus palabras se acompanhaban de un sutil gesto de mano. senhalaba hacia el fondo del bar con un boligrafo. Yo mire para alla. Y vi la pantalla con el dichoso futbol.Y al bajar la vista, un grupo de cinco o seis chicos con la camiseta de la seleccion espanhola.
Ahora todo cobreba sentido. La locura del futbol me habia seguido hasta la otra punta del mundo.
Me dieron la llave de mi habitacion. Subi, deje mi mochila, me duche, me seque, me vesti, me di una vuelta por el albergue, me afeite...Y al bajar al bar de nuevo, seguia el partido.

- Vamos, ahi, ahi! Espanha!- decian mis compatriotas. yo estaba deseoso de hablar por primera vez en casi un mes en mi idioma, asi que me acerque a ellos.
- Eh, esos espanholes!
- Hombreee! Que pasa! - se acercaron todos a darme la mano y se presentaron.
- De donde sois?- pregunto.
- De Madrid.- unamimemente. - Y tu?
- De Barcelona. - instantes de silencio. Se palpa pero se disimula. Tengo que hacer ver que me alegro enormemente por la victoria de Espanha, para evitar equivocos, me digo a mi mismo.
- Venga, tio, que te invitamos a un tequila!- dicen recobrando el cachondeo que llevaban.O sea: Madrid.
Y a apartir de ahi ya tengo copanheros de charanga y pandereta para el resto de mi estancia en la ciudad. Horas de conversaciones de mil temas, litros de cerveza con las clasicas "esta la pago yo", y mirando a las tias como solo un espanhol - e italiano - sabe y puede hacer. En resumen, dando la nota en medio de un albergue llenito hasta los topes de languidos alemanes.

- Eh! mirad, mirad esas tias que van por la calle. Van con la camiseta de Espanha!- dice un madrilenho.
- Si, si. Es verdad, son espanholas. - dice otro.
- Oye, tu crees que nos la chuparian? - nos interroga un tercero.
Despues de un mes entre germanos, estos comentarios hasta se agradecen.

Y la noche cae en la ciudad. Me voy con dos madrilenhos de copas. Tras haber pasado por varios bares, nos metemos en la terraza de otro. Alli pasamos largo rato conversando de varios temas. Jose, de 33, lleva un anho viajando. Empezo en Londres, despues Singapur, luego Australia, donde trabajo ilegalmente cinco meses para costearse la vida trashumante, de alli a Nueva Zelanda, salta a EEUU, se lo recorre de cabo a rabo y sube a Canada. Jose es otro desertor de la oficina. Daniel, de 24, llego a Nueva York hace cosa de tres meses. Se recorre toda la costa este de EEUU y baja al sur, haciendo una U que le conduce de nuevo al norte recorriendo la costa oeste. Echa pestes de EEUU y dice que jamas volvera, que la gente es asquerosa, que en las calles solo hay vagabundos, nada que ver con Canada. Me cuenta que en San Francisco se pego con un motero porque este le oyo hablar en espanhol y le amonesto obligandole a hablar en ingles con un uruguayo y un argentino con los que se encontraba en medio de la calle. Daniel, que recorria America desfaciendo entuertos, no tardo en llegar a las manos, hasta que la policia llego y se llevo a aquel angel del infierno que exclamaba esposado por los agentes: You are not Europea, you are not European! Daniel ha estudiado magisterio, y, en su epoca de universitario, se financiaba las saliditas del fin de semana donando esperma a un banco de semen una vez por semana. Luego hablamos de los nacionalismos (el tema estrella), de cine, de la movida madrilenha de los 80, de las peripecias de sus viajes y un larguisimo etcetera. Saltando de tema en tema, les hablo del Camino de Santiago. Jose quiere hacerlo, y me pide informacion detallada del asunto. Enfrascados en el tema del Camino, se nos acerca una canadiense con la alegria de unas copas de mas en sus pupilas. Se sienta en nuestra mesa por la cara.

- Hello. How are you doing?- nos suelta.
- Fine, thanks, and you?
- Fine. Where are you from?
- Spain.
- Oh, Spain. I'm going to Spain on 15th of July.
- Where exactly?
- I'm going to do the Caminow de Santiagow. Do you know it?

Mis amigos se quedan de piedra. Aun no saben de mi habilidad para que me sucedan estas cosas. Sincronias...

Al dia siguiente me levanto a las nueve y me voy solo a ver Vancouver. Cinco horas de caminata por todas partes a 31 grados de temperatura y un cielo sin nubes. La ciudad me gusta. Es America pero con cierto aire europeo. La poblacion es muy variopinta. Razas de todo tipo, principalmente asiatica, y todo el mundo, hasta el nutrido grupo de vagabundos y buscavidas que revolotean por alli y por alla, parecen muy pacificos. La bahia y las playas que rodean el centro de Vancouver son muy bonitas y, al final de las playa, te encuentras el Stanley Park. Un parque de secuoyas centenarias por el que me pasee con la mirada atonita. Por fin veo un bosque - porque aquello no es un parque tal como lo entendemos, es una autentico bosque - de secuoyas. Arboles que necesitarian diez hombres cogidos de la mano para abrazar sus troncos por completo. De alli cojo un ferri que cruza la bahia para ir al otro lado de Vancouver, donde me paso por el museo de la ciencia, el mercado del puerto, que es una maravilla, y por una zona residencial de casitas de madera y jardines muy cuidados donde la gente toma el sol en el cesped o pasean en bicicleta.
En fin, escribo estas lineas cuando no llevo aqui ni dos dias, y ya me ha pasado de todo. Como la alegria que me lleve al encontrar una libreria en el centro de la ciudad de tres plantas llena de libros de todas clases. Aqui los libros - al igual que la ropa, la comida y la tecnologia - estan tirados de precio. Me compre "The Kreutzer sonata" novela de Tolstoi por 5 dolares. Y, oh, maravillas de la inmersion linguistica, la leo en ingles sin problemas, y llevo mas de la mitad. Que mi ingles ha mejorado es un hecho constatado.

Nada mas. Solo decir que manahana me voy a Vancouver Island. A la capital, Victoria. Y que en esa isla ire subiendo hacia el norte hasta Tofino, a ver ballenas, y de alli a Hornby Island, islita pequenha y remota del norte. Unas cuantas granjitas me esperan por alli, a la espera de mi confirmacion. Y asi volvere al ecosistema al que pertenezco.