En mi último día en el albergue me ascienden a instructor. Una chica canadiense se incorpora a filas con escoba al hombro y desinfectantes de mano. Me dice el jefe que le haga la instrucción, y yo me la llevo a la cama, para enseñarle cómo se hace. Y se lo enseñé todo, en todas las posturas, porque estas habitaciones son tan estrechas que para hacer las camas nos tenemos que subir en ellas. La chica es de Toronto, se llama Amy, tiene veintidós años y luce, cómo no, un piercing cerca del ojo y un corte de pelo a lo chico, de color negro y con un mechón lateral rubio. Hasta aquí lo que cabría esperar.
- ¿Y de dónde eres?
- De Toronto.
- ¿Has venido en avión o en bus?
- No, nada de eso, he venido haciendo autoestop.
- ¡Caracoles! ¿y cómo te atreves?
Ella se encogió de hombros y me dio una risita por respuesta. Le sigo enseñando el oficio, me dice que le gusta esto de limpiar. El polvo lo echamos en un rincón del pasillo, y ella se trajo su escoba, yo le dije que no hacía falta, que con la mía era suficiente. Luego cambiamos las sábanas y pusimos las fundas nuevas a las almohadas.
En esas que seguimos hablando, y la chica se iba abriendo más.
- Para, para que me duele.- nos dirigíamos a la siguiente planta, ella llevaba el cubo con los productos de limpieza.
- ¿Qué te pasa? ¿Creía que te gustaba?
- Es que me duele un poco la cadera. La semana pasada hice puenting atada a un amigo, y al caer me hizo daño con su rodilla.
- ¡Recórcholis! ¿De verdad?
- Sí, me encantan los deportes de riesgo. También hago rafting, snowboard y kayak.
Llegamos a la siguiente planta del albergue y nos metimos en la habitación que nos cogía más cerca. La reté a que me enseñara lo que había aprendido de mí. Ella se puso chula.
- Te voy a hacer una limpieza a fondo, ya veras.- acto seguido se puso de rodillas. Yo estaba expectante, quería saber qué era capaz de hacer. Pero vi que cogía los guantes del cubo de la limpieza.
- ¿Con guantes?
- Es que me da asco sin.
- Todas las que he conocido lo hacen sin guantes.
- Porque serán unas guarras.
Con los guantes puestos cogió los papeles y demás porquerías que habían esparcidas por el suelo de la habitación. Después barrió a conciencia y pasó el mocho con elegancia, como bailando un tango.
- Qué bien te mueves.
Luego continuamos con el resto de habitaciones, yo tuve una idea para ser más eficientes.
- Luis, para, por favor.
- ¿Qué te ocurre ahora?
- Creo que...vas muy rápido.
- ¿Cómo?
- No lo sé, quizá sea culpa mía, pero terminas demasiado rápido para mí. No puedo seguirte, ¿comprendes?
- Es la primera vez que se quejan de mi velocidad.
- Lo siento, también es la primera vez para mí, aquí, contigo. Hace tiempo que no...
- Shhhhh...No digas nada, no necesitas explicarte, no es culpa de nadie ¿vale?
- Lo sé, pero es que hace tiempo que no hago camas y barro suelos. Prefiero que sigas ayudándome.
Mi idea había sido dividirnos ahora que ya sabía, pero yo terminaba las habitaciones antes que ella, y eso le ponía más nerviosa. De modo que seguimos juntos y llegamos a la habitación en la que ella dormía.
- Oh, mira, esta es mi habitación. Pasa, no hay nadie, quiero que veas una cosa.
Nos sentamos en su cama, uno al lado del otro. Después abrió la cremallera de un lugar muy íntimo.
- Mira.
- ¡Canastos!
- ¿Qué te parece mi...amiguito?- dijo entre risitas.
- Bueno...muy peludo, y muy negro.
- Puedes tocarlo ¿eh? que no muerde.
- Guau... está caliente...
- Gigi siempre está calentito.
- ¿Le has puesto nombre?
- Claro, ¿es que vosotros no lo hacéis?
- No sé, en España no conozco a nadie que tenga una rata como mascota.
El dueño de Gigi se quiso deshacer de ella hace unas semanas, a la chica le dio pena y se la llevó consigo. Ahora viaja con ella, en su bolso, y pernocta en el albergue de forma clandestina. Me contó que le había puesto el nombre de Gigi por G.G. Allin, un cantante punk que murió al meterse un micrófono por el culo. Me dijo que no es que le gustara mucho su música, pero las letras eran divertidas.
Amy parecía encantada de aprender, así que seguí enseñándole más cosas.
- Amy, ¿qué te parece? dime la verdad.
- ¡Oh, my godness! Luis, es más grande de lo que me imaginaba.
- Esto es lo normal.
- Anda, no exageres.
- De verdad, por las mañanas suele estar así, ya sabes, lo que se va acumulando durante la noche.
- Sí, Luis, lo sé, no soy tan ingenua.
- Ah, conque lo sabes...
- Sí. Tuve un novio con el que compartí piso ocho meses, y por las mañanas siempre decíamos eso, que parece que engorde por las noches.
- Sí, aunque en realidad va llenándose durante todo el día, y por la noche sobre todo de botellas, que es lo que más abulta. Por eso Stefan quiere que tiremos las bolsas de basura de los pasillos lo más temprano posible, porque si no huelen.
Tiramos todas las bolsas de basura en los contenedores que habían en el callejón de atrás. También tuvimos que separar el papel del plástico, porque en este albergue se recicla. Cuando terminamos con las basuras, volvimos a las habitaciones.
- Amy, ahora vamos a probar algo nuevo.
- ¿Nuevo? Me extrañaría que no lo haya probado antes. Ya veo, ahora en la bañera de la habitación suit.
- Sí, ponte ahí, agáchate. Y quiero tu colaboración.
- Veo lo que quieres hacer y pienso que va a ser difícil.
- Puenting, rafting, kayak....te gusta probar cosas nuevas, ¿no?
- Sí, pero...esto me da un poco de...asco.
- Ya estamos, siempre igual. Cállate y ven para acá. ¿Lo estás intentando?
- Sí, ay, sí...pero no puedo, Luis, el agujero es muy estrecho, no me caben ni dos dedos.
- Pues prueba con uno sólo, ya irás cogiendo práctica.
- No puedo.
- Que sí, lo que pasa es que está muy seco, humedécelo con un poco de agua o con lo que sea.
- Ah, pues sí, tienes razón, húmedo va perfecto.
- ¿Lo ves? cuando el desagüe está lleno de pelos lo mejor es quitarlos cuando están húmedos. Y hay que sacarlos todos, que si no luego viene Stefan y nos dice que no hemos limpiado bien la bañera.
Amy me dijo que estaba estudiando psicología y filosofía, pero sólo una rama de la filosofía, la filosofía científica, que era la que le interesaba. Me dijo que Rousseau era mala persona, aunque en los libros se las diera de bueno y que su película favorita era Teléfono rojo, volamos hacia Moscú. A mí todo eso me pilló de sorpresa. ¿Cómo una muchacha punk tenía esas inquietudes? No me la imaginaba leyendo Eros y Tánatos de Freud escuchando a G.G. Allin de fondo.
- Bueno, Amy, espero que te haya gustado pasar estas seis horas conmigo.
- Claro que sí, Luis, me ha gustado mucho.
- A mí también. Espero que mañana te lo pases igual de bien con el que te toque.
- ¿Con el que me toque?
- Sí, yo no estaré, hoy es mi último día, ¿no te lo había dicho?
- Creo que no...¡Bufff! Ahora me siento sucia...
- Sé a qué te refieres, yo me siento igual cada día. Nada más acabar me pego una buena ducha.
- Sí, es lo mejor, después de seis horas dale que te pego acaba una sudada.
- Pues venga, vámonos a la ducha.
sábado, 9 de agosto de 2008
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