Estoy en Ottawa, la capital de Canadá. Llegué ayer desde Montreal. La ciudad está atravesada por ríos y conectada por varios puentes de hierro. La mitad es francófona (la zona que ocupa territorio quebequés) y la otra mitad anglófono (en suelo de provincia de Ontario). La ciudad no es nada del otro mundo, es simplemente una capital administrativa de funcionarios, militares, estudiantes universitarios y, por supuesto, vagabundos.
Aunque he de decir que una de las mejores maravillas arquitectónicas que he visto en este viaje ha sido en esta ciudad. Me refiero al parlamente canadiense. Un maravilloso conjunto de edificios neogóticos al más puro estilo inglés que deja a todos los visitantes perplejos. Además la visita guiada a su interior es gratis, y tuve la oportunidad de ver la Cámara de los Comunes y el senado. Allí dentro estabas en la Inglaterra victoriana. Pero a pesar de la majestuosidad y belleza de estos dos lugares, hubo otro que, como bien anunció el guía, era el preferido por todo visitante: la biblioteca. Y de hecho, cuando abrió las puertas de madera de la biblioteca para que pudiéramos pasar a verla, se oyó un "oh" coreado por casi todo el grupo de turistas. Una biblioteca circular, bajo una cúpula enorme y presidida por una gran estatua de la reina Victoria en el centro. De detalles pulcros y cuidados, la biblioteca era de un clasicismo y elegancia que hacía que la gente se sintiese más en una iglesia que en un lugar de estudio. El silencio que guardábamos era sacro mientras contemplábamos extasiados las estanterías de madera con los escudos canadienses y los detalles florales grabados en las robustas paredes de cerezo.
Cuando abandonamos las biblioteca, subimos a la Torre de la Paz, una torre muy similar en tamaño y forma al Big Ben de Londres, construida para conmemorar a los soldados canadienses caídos en el servicio del honor en las diferentes guerras del siglo XX. La vista desde allí arriba no podía ser más privilegiada. El parlamente está justo en la orilla del caudaloso río Ottawa, y podíamos ver toda la planicie en la que se extiende la ciudad y sus suburbios, rodeada de bosques frondosos de árboles caducifolios que, en esta época del año, se mezclan en tonos rojos, amarillos y marrones.
La visita al parlamento pone el broche de oro a la visita de este país. Mañana me voy a Estados Unidos, a Buffalo, concretamente. Leah, la chica estadounidense que conocí en el Camino de Santiago, al hablarle de mi intención de ir a Nueva York, se ofreció amablemente a decirle a su tía si yo podía pasar unos días en su casa, en Buffalo, ciudad natal de Leah. Ella aceptó con gusto, de modo que mañana, a las seis de la tarde, tras ocho horas y media de autobús, nos veremos las caras en la estación de autobuses de su ciudad.
Allí permaneceré, como digo, unos cuatros días, para tomarle un poco el pulso al país y a su gente y después me marcharé a Nueva York, destino final. Adelanto mi visita a los Estados Unidos porque, según parece, la temporada de trabajo en granjas, ranchos, albergues y demás pesebres, ha llegado a su fin. Empieza el duro frío invernal y todos los correos que he enviado a diferentes lugares tienen como respuesta unánime una negativa.
No sé todavía exactamente cuándo, pero en breve regresaré a España.
martes, 7 de octubre de 2008
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1 comentario:
-Así que estas a punto de finalizar tu viaje. Buen final acabar en Nueva York la ciudad más poblada de los Estados Unidos y centro mundial de comercio y finanzas ,aunque ahora no esté en uno de sus mejores momentos.
Casi cinco meses viendo bellísimos paisajes y mezclándote con sus gentes, aprendiendo costumbres y como no ,disfrutando ;envidia me das pero de la sana.
Lo que a faltado en este blog es la historia de amor con la joven doncella que nunca llega,creo que los lectores estamos esperando esa historia y que a lo mejor puede suceder en los últimos capítulos . Haber que tal en la ciudad de los rascacielos.
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