Jamás una ciudad me había obligado a jurarle que nos volveríamos a ver. Ayer, cuando caminaba por la Quinta Avenida mientras anochecía, lo hice. He sido, durante toda mi vida, enemigo acérrimo del asfalto, las muchedumbres, los coches, el ruido y, en definitiva, todos los ingredientes de los que se compone una gran ciudad. Pero del mismo modo que hay devociones que acompañan al creyente durante toda su vida, en otras ocasiones es necesario un acontecimiento que desate en el interior ese arrobamiento místico necesario para una conversión instantánea y para siempre. Quizá esta última forma de acercarse a una fe sea la que más honda impronta deje en el alma. ¿Acaso habría escrito San Pablo la Carta a los Romanos si no hubiera caído del caballo ante el resplandor aparecido en el cielo?
No voy a decir más. La devoción es experiencia, y en ésta, a diferencia de otras, morder la Manzana simboliza entrar en el paraíso.
Wall Street
Broadway
Broadway
5th Avenue
Rockefeller Center
Rockefeller Center
Manhattan desde el Empire State
Central Park
El reportero más dicharachero
The Empire State Building
Ella y yo
1 comentario:
Sweet Buffalo T-shirt, too :)
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