lunes, 8 de septiembre de 2008

Maneras de vivir

Tuan es el ejemplo perfecto de mentalidad asiática. Cuando iba a la escuela en Hanoi, se esforzó por sacar buenas notas, su sueño era ir a la universidad para estudiar ingeniería. Y lo quiso hacer en occidente, concretamente en Francia. Cuando llegó el momento, pidió una beca para estudiar en Lyon y se la concedieron. Allí lleva tres años, donde, según me dice, lleva una vida de monje de clausura levantándose a las seis para ir a la universidad y acostándose a las dos después de pasar siete horas en la facultad y cinco horas estudiando y haciendo deberes. Los fines de semana los dedica a recuperar las horas de sueño perdidas. Llegó a Francia unos días antes de empezar las clases, sin tener ni idea de francés. Disciplinado como él solo, iba a clase sin enterarse de nada de lo que decía el profesor y, al llegar a casa, sacaba el libro e iba traduciéndolo palabra por palabra con un diccionario francés-vietnamita. Con el tiempo fue aprendiendo francés, pero francés técnico, el de su especialidad. El de la calle lo conoce poco, es un terreno que no frecuenta. Por lo que se desprende de sus comentarios, su vida social es nula, porque dice que no tiene tiempo. Tuan tiene tres ordenadores portátiles. Como buen asiático, sabe todo sobre informática y juegos de ordenador. Además tiene la vida planificada al milímetro. Acabará su licenciatura dentro de tres años, después irá a hacer un máster en Singapur. Entonces tardará menos de tres meses en encontrar trabajo, según le dicen las estadísticas de los que terminan su carrera. Ese será el momento de realizar su sueño más preciado: entrar al servicio de una compañía importante como ingeniero y trabajar y trabajar hasta que se muera o le jubilen. Dice que en su trabajo es normal trabajar diez horas al día, llevándose algún que otro trabajito a casa los fines de semana, por si uno se desespera ante el panorama desolador de tener 48 horas libres. Y después de trabajar muchos años y haber ganado mucho dinero, me dice que se casará con una mujer joven y vietnamita, preferentemente virgen, y tendrán dos hijos. Tuan decidió venir a Canadá hace cosa de un año, tiempo que empleó para programar su viaje concienzudamente. Ha venido para quedarse dos meses, con la exclusiva intención de mejorar su inglés. Meses antes de venir, contactó con todas las casas en las que pretendía hospedarse, y fue acordando el tiempo que iba a permanecer en cada una de ellas para poder ir enlazando una con otra sin el peligro de caer en el azar de un día sin techo.
Hace unos días fuimos al lago Louise, maravilloso espectáculo natural que sólo se puede ver en América. Yo me senté en un banco para contemplar el lago y el glaciar grandioso que quedaba detrás. Él se sentó a mi lado y le dije que todo esto era espectacular. Cuando le miré, vi que estaba tecleando su iphone, y lo único que me contestó, mientrás miraba la pantallita, fue: "sí, pero no hay cobertura". Después sacó su cámara e hizo un par de fotos al lago que se asomaba por su objetivo.

- ¿Y dónde vas después de aquí? - me preguntó Tuan un día mientras desayunábamos.
- Pues no sé, tengo que enviar e-mails las próximas semanas, a ver dónde hay un sitio. - le contesté.
- Pero, ¿cómo? ¿Es que no has planificado el viaje? - me dijo muy sorprendido.
- No, ¿para qué? Ya encontraré algo.
- Oh, no, no, no. ¿Lo dices en serio? ¿No sabes adónde vas a ir? - Tuan no salía de su asombro.
- No, y además creo que es mejor así. Puedes cambiar de planes cuando quieras.
- Pero no se puede cambiar de planes, hay que tener un programa y seguirlo, si no todo te puede salir mal. Y además te puedes perder algo que quisieras ver.
- Si quiero ver algo voy y lo veo.
- Oh, estás loco. ¿Y cuándo vuelves a España?
- No sé, no he comprado el billete de vuelta.

Esto ya fue demasiado para Tuan y decidió no hacer más preguntas. Tuan siempre me dice que eso de que el tiempo es oro es mentira, que el tiempo vale más que el oro porque con el oro o el dinero no se puede comprar el tiempo. Y yo de broma le digo que para qué quiere tanto tiempo, y él, ajeno siempre a la ironía, me contesta que para hacerse rico. Yo le pregunto que para qué quiere hacerse rico, pero nunca logro sacarle una respuesta clara. Este tipo de preguntas no se suelen hacer, así que supongo que no está dentro de sus planes tener una respuesta a mano. Hacerse rico es un fin en sí mismo, pensará.
Tuan se pasa el día encerrado en la oficina de la casa desde que Roswitha le dijo, dada su habilidad con los ordenadores, que si podía ayudarla a hacer una página web. Se lo ha tomado muy en serio, y desde que se acaba el desayuno hasta que se acuesta, está enfrascado en su tarea. Está preocupado porque no sabe si tendrá tiempo suficiente para terminar la página antes de que se vaya.

- Me voy el día 7 de septiembre, Luis, y si no trabajo más por las noches no voy a terminar. - me decía muy apurado.
- Pero tú estás aquí para trabajar cinco horas al día. Roswitha no nos pide más.
- No, no. Si no lo termino, todo el trabajo habrá sido para nada.
- Pero ella te he dicho que no hay que acabarlo, sólo pedía tu ayuda porque te ibas a quedar aquí un mes, y algo tenías que hacer.
- No, tengo que acabarlo. Me he hecho un horario y si lo sigo, para el día 7 estará todo terminado.

Seguir el horaria consistía en pasarse todo el día tecleando en la oficina y varias noches en vela aporreando su portátil desde la cama. Se pasaba el día hablándome del día 7, el día que todo tenía que estar hecho. El día 7, el día que volvía a Francia, a Lyon, a su vida de monje franciscano. Y deseaba que ese día llegase, quería volver a la facultad, a su día a día. Dos meses de vacaciones era mucho tiempo perdido.

- Luis, ¿sabes qué día es hoy?
- No sé... ¿martes?
- No, no, hoy es sábado, pero digo qué día del mes es hoy.
- Pues no tengo ni idea, Tuan.
- Uno de septiembre, me quedan seis días para irme.
- Te vas a ir y no habrás terminado tu trabajo, y Roswitha se enfadará contigo y con razón. - le dije.
- No, no, el día 7 tiene que estar todo listo.

Y así transcurrió la que iba a ser la última semana aquí, con la obsesión del día 7 en todo momento y conversación. A Roswitha le dijo que el siguiente lunes era el día de su partida, y Roswitha, tan amable como siempre, se ofreció a llevarnos hasta Golden para coger el autobús. A mí, que me daba igual irme un día que otro, decidí que lo más cómodo sería irme el mismo día, así aprovechaba el viaje a Golden. Dos días antes, había contactado con una granja cerca de Calgary, ciudad en la que Tuan tomaría el avión y donde Leslie vivía. Aprovechando que Leslie se había ofrecido para dejarme dormir en su casa si tenía que pasar por allí, le envié un e-mail diciéndole que sí, y que al día siguiente alguien me llevaría a la granja.

El domingo por la noche Tuan estaba muy excitado.

- ¿Has hecho ya la maleta? - me preguntó.
- No, la haré mañana por la mañana, que ahora no tengo ganas, quiero dormir.
- ¿Mañana? Tienes que hacerla ahora, mañana es el día de irnos.
- Pero nos vamos tarde, a las once y pico.
- No, no, no. Así luego se olvidan las cosas. Yo la voy a hacer ahora, porque además no podría dormir. Nunca puedo dormir la noche antes de un viaje.

El lunes por la mañana, Tuan apareció por el comedor ojeroso y con cara de preocupado, mirando a todas partes.

-¿Qué te pasa, Tuan?
- No encuentro mi cartera. - me dijo mientras seguía escrutando todo los rincones de la casa con sus ojos miopes enmarcados en cristal. Miró por toda la casa, revolvió todos los papeles de la oficina de Roswitha por si la había dejado allí la noche anterior. Deshizo su maleta para comprobar que no estuviera en algún bolsillo o entre la ropa y volvió a hacerla de nuevo y al final, tras una hora buscando, vio que estaba en su mesita de noche.
Fue entonces cuando empezamos a desayunar en la mesa del comedor con Roswitha. Willy se había despedido de nosotros antes porque se iba al bosque a cortar unos árboles. Nuestras maletas ya estaban en la puerta de entrada para salir en cuanto terminásemos, habíamos cambiado las sábanas de nuestras camas por otras limpias para cuando llegara la siguiente tanda de viajeros, le estábamos diciendo a Roswitha lo bien que habíamos estado en su casa mientras ella escribía una carta a no sé quién cuando...

- Hoy es lunes ¿día? - preguntó con el bolígrafo en la mano cuando estaba a punto de terminar la carta.
- Siete. - dijo Tuan, - Lunes siete de septiembre.
- ¿Seguro? - dijo Roswitha, que esperaba para escribir la fecha en su carta.
- Sí, sí, seguro.
Pero en ese momento pasó por mi cabeza lo siguiente: "Prisión para cuatro de los seis mariscadores por la venta de vieiras ilegales". Era la noticia que había leído en el diario El Mundo esa misma mañana, y recordé que la fecha que llevaba era la del 8 de septiembre, información que en aquel momento me pasó inadvertida.
- ¡Hoy es ocho, Tuan! - grité.
- No, no, no. Hoy es siete. - me decía.
- Que no, que no. Ve a por tu móvil.
Se fue a su habitación a por el móvil y, cuando a los pocos segundos escuché que volvía corriendo, supe que no me había equivocado.
- ¡Es ocho, es ocho! ¡Mierda! - decía Tuan mirando a Roswitha desesperado, con la voz temblorosa y sin saber qué hacer.
- ¡Oh, my God! - repetía Roswitha.
El cuerpo de Tuan, literalmente, temblaba, y con él su voz.
- ¿Estás preocupado, Tuan? - le dijo Roswitha.
- Un...un poco...- dijo Tuan preocupadísimo.
- Bien, entonces toma el teléfono y llama a la compañía aérea con esa voz. Hay que buscar una solución. - le dijo Roswitha poniéndole el teléfono en la mano.
Pero el pobre Tuan no reaccionaba. Además de estar colocado fuera del área de su planificación, estaba avergonzado. ¡Cómo pudo cometer un error tan grande en su planificación! Al cabo de un rato se agarró a su ordenador portátil, en busca de seguridad y del teléfono de su compañía aérea. Encontró el teléfono, llamó con la ayuda de Roswitha, pasaron un buen rato llamando a varios sitios, anotando otros teléfonos, explicando lo sucedido varias veces, recitando el número de vuelo, el número de la Visa, el número del código de reserva de no sé qué. Y después de todo eso, una voz de mujer le dijo que lo sentía, pero que la única solución era comprar otro billete para el día 11 de septiembre. Apesadumbrado, el vietnamita pagó por volver a casa un día que difícilmente podría olvidar, un día fuera de sus planes, fuera de los planes de todo el mundo.

- Tuan, mírame. - le dije cuando salía de la oficina tras colgar el teléfono, con su portátil en una mano y los papeles de la reserva de su vuelo en la otra.
- Clic. - hizo mi cámara de fotos.
- A esta la voy a titular: Mister plans loses his plane. (El señor planes pierde su avión)
Y Roswitha se rio conmigo.

Al final, Tuan pagó quinientos euros por el vuelo Calgary-Toronto-París y otros ciento y pico por el de París-Lyon. Yo llamé por teléfono a Kris Vester, el propietario de la granja a la que iré, y le dije que en lugar del martes, que me esperase el viernes. Él me dijo que ok, y yo le dije que vale.



5 comentarios:

Unknown dijo...

El pobre vietnamita... Pero es un poco feo reír de alguien que sea de otra cultura que uno nunca llegará a comprender si no vive entre ellos. Sin embargo estoy muriendo de la risa al pensar en los pasos durante la semana santa de sevilla :))) un beso Guapo

Unknown dijo...

En esta magnífica crónica, como todas las de este autor, narra como espectador de primera fila una vivencia de su compañero vietnamita, sin entrar en ningún momento en juicios de valor; sólo describe lo que ve y explica la forma de ser de ese vietnamita; no dice que, por cultura, todos los vietnamitas sean así, aunque, sin duda, ésta algo habrá influido en su manera de comportarse ante la vida; eso nos pasa a todos: nuestro carácter, personalidad, medio ambiente, vivencias, etc. forman un todo que nos identifica como indivíduos. Aquí no se observa ningún tipo de prejuicio ni intención de reirse de nadie o de las desgracias ajenas, aunque narre que el vietnamita tuviera que deshacer las maletas, que previsoramente dejó hechas la noche anterior, para buscar la cartera que después de todo estaba en su mesita o, más lamentable aún, se viera obligado a pagarse otro billete de avión por no saber en qué día vivía a pesar de tanta planificación; la única licencia que se toma el autor es la de hacer un juego de palabras con plans (planes) y plane (avión) al decir que ese sería el título que pondría a la foto que acasbaba de hacerle a su amigo Tuan y, claro, esa muestra de ingenio irónico provocó la risa de la Sra. de la casa que, supongo, serviría de bálsamo o vávula de escape a aquella situación. Pero insisto, el autor sólo contrasta un hecho y así lo narra. Otra cosa es lo que cada uno de los lectores extraigamos de la historia, pero eso pasa siempre y también los lectores estamos condicionados por los mismos factores que el personaje (carácter, personalidad,etc.,etc.).
La moraleja del relato es que nada ni nadie nos garantiza el éxito ni la seguridad en esta vida porque el destino tammbién juega su baza,amén de otros imponderables que puedan surgir sobre la marcha. Sin embargo, personalmente pienso que es bueno una cierta planificación (elástica, no rígida) dejando margen para poderla adaptar al día a día. Y lo que sí resulta siempre muy conveniente es la información previa y saber decidir en cada momento lo más adecuado, reservándose un cierto margen de error por si acaso. En definitiva, prudencia, decisión y sentido común y esto no es patrimonio de ninguna cultura en particular, es individual.
Yo tampoco comparto la mayoría de costumbres de las distintas culturas, pero procuro respetarlas y no reirme de ellas (máxime si son religiosas, para no herir susceptibilidades).

Andrea dijo...

La pena de los comentarios de un blog es que el comentarista(espero no herir a nadie)no conoce todo bien el propósito de la observacion del otro lector (en mi caso lectora).Por eso para evitar los malentendidos prefiero no escribir más (parece que por mi maleducación, lo inculta que soy y por no saber expresarme a 100% en una lengua que no es mía ciertas personas se sienten molestados al leer mis notas inocentes). Pero te sigo leyendo Luis, no te preocupes. un saludo a tod@s

Edu dijo...

Este blog necesita algo de picante y es por ello que, pese a no conocer a Antonio, polemizaré con él simplemente para que éste relato sea el más comentado del blog. Coincidiendo con él en la mestría del autor en este escrito, he de apuntar dos pegas a lo dicho por tí.
1)No es cierto que no emita juicios de valor limitándose a los hechos. Lo hace de forma sutil, quizá indirecta, pero sí los emite. Para muestra un botón:
Al final del relato dice lo siguiente: "Yo llamé por teléfono a Kris Vester, el propietario de la granja a la que iré, y le dije que en lugar del martes, que me esperase el viernes. Él me dijo que ok, y yo le dije que vale."
Evidentemente es una descripción de los hechos, pero contrapuesta a la conducta del vietnamita, lo cual nos lanza un mensaje subliminal de que su conducta fue estúpida y la luisiana buena. Es una forma de subrayar la conducta absurda del vietnamita que quizá sea en exceso redundante.
2)Por otro lado dices que no hay intención de reírse de nadie y eso lo pongo en duda. Una de las más bajas pulsiones humanas es reírse del prójimo en situaciones de debilidad: cuando alguien se cae, tropieza o bien dice alguna perogrullada. Pues bien el señor Suárez haciendo un alarde de humanidad primaria nos cuelga ilustrando el relato una foto del vietnamita para ver la cara que se le quedó-se le quedó cara de tonto, dice nuestro refranero- y que podamos compartir su hilaridad que probablemente no mostró en directo delante de él por respeto. Parafraseando a Nietzsche: Humano, demasiado humano.
Y para terminar al señor Tuan le podemos aplicar también el alguacil, alguacilado, ya que de tanto planificar obtuvo justo lo contrario. Una vuelta a casa repleta de circunstancias imprevistas y que le generarán cierta ansiedad, pero que sin que él lo sepa le ayudarán el día de mañana a reaccionar con más soltura ante situaciones de esa índole, ya que uno no puede controlarlo todo cuando entra en juego la variable ser humano. Por tanto, lección de vida.

Unknown dijo...

Estoy de acuerdo con Edu cuando dice que este blog necesita algo de polémica (de picante, dice él), pues así lo hará más vivo e interesante. Y esta fue la razón por la cual respondí al comentario de Andrea, que no tengo el placer de conocer y, por tanto, no sabía que era extranjera y al no conocer ella al 100% nuestro idioma no ha sabido captar que mi intención no era atacarle a ella, ni yo supe comprender la inocencia de su comentario. Espero que ahora todo haya quedado aclarado y no nos prive de sus comentarios y sobre todo, que el perjudicado no sea Luis al no tener más noticias suyas. Por favor, Andrea, sigue escribiendo, sin miedo a la polémica, porque enriquece al blog, y los amigos de Luis debemos estar unidos a él en la distancia. Recibe un saludo.
Dicho lo cual, "recojo el guante" de Edu y ejerzo mi derecho a réplica:
"Pega 1"): Tú puedes llamarlo juicio de valor, pero yo seguiré llamándolo narración de dos "maneras de vivir" (como él lo titula) y, lógicamente, en la descripción se contraponen los hechos, ellos solos, al exponer uno y el otro. Lo que sucede es que del caso en sí, se desprende la conclusión a la que tú llegas.
"Pega 2"): Efectivamente, el ser humano tiene la espontaneidad de reirse en ciertas situaciones poco graciosas para el que las sufre, como las que tú citas, pero no estoy del todo seguro si ese resorte que se dispara en ese momento y provoca la risa, es por perversidad innata o porque la situación resulta realmente cómica para el espectador, claro. ¿Qué sucede?, pues que la educación y la sociedad nos obliga a disimular este impulso y a suprimirlo, en unos, o a sublimarlo o trascenderlo en otros, generalmente los más inteligentes. A la foto de Tuan se le puede dar tu interpretación o simplemente pensar que está para que le conozcamos y como testigo mudo de la veracidad del personaje.
En resumen, dudo que el mensaje de Luis sea: "mirad qué mal lo hace el vietnamita tan programado y qué bien yo que voy por libre"; pues como persona inteligente sabe que, en otras circunstacias, el caso puede ser todo lo contrario.
En fin, señores, la polémica está servida.